Jugar, leer y dormir son actividades fundamentales. Cómo implementarlas desde los primeros días de vida.
Como sabemos, una rutina consistente le da estabilidad a nuestro hijo. Ahora bien, “rutina” no tiene que volverse sinónimo de monotonía ni de falta de creatividad. Los expertos en crianza nos proponen poner la lupa sobre tres actividades fundamentales: jugar, leer, dormir. Veamos.
El juego estimula el desarrollo motriz y emocional de nuestro hijo. ¿Y a qué nos referimos cuando decimos “juego”? A las actividades que tu hijo elige hacer, que mantienen su interés por un período de tiempo. Que contengan algún tipo de descubrimiento más que un estímulo breve, que impliquen un trabajo de la mente y que involucren la exploración sensorial activa. Para un bebé puede ser moverse sobre su manta, explorar su cuerpo o alcanzar objetos colgantes. Cuando gatean o caminan, puede ser manipular materiales de su entorno de manera libre, empujar autitos, una pelota, meter y sacar objetos o fichas en un recipiente; más adelante, hacer un rompecabezas, enhebrar, armar con bloques; y luego, las actividades de la vida cotidiana, regar, cocinar, ¡entre muchas otras! Una actividad con estas características seguramente lo lleve a concentrarse y disfrutar. Este tipo de concentración activa integra todos los aspectos de su personalidad, lo llenará de bienestar… ¡Se sentirá tranquilo y feliz!
Desde los libros de tela, o esos de goma para la bañadera, pasando por los de imágenes y palabras hasta los cuentos para los más grandes, los libros acompañan la evolución de los chicos. Está buenísimo hacerles un espacio en la rutina cotidiana, así como un lugar físico especial, separado de los juguetes, pero que les sea accesible. La lectura ayuda a crear un momento de calma antes de dormir y bajar el ritmo del día. Para eso, está bueno construir una escena: crear un rincón de lectura con almohadones en el piso, por ejemplo. No hace falta que los chicos entiendan a la perfección toda la historia, pero sí que se interesen por la palabra leída. Es súper importante que usemos un lenguaje variado y expresivo.
Ya desde chiquitos podemos enseñarles a nuestros hijos que descansar es una necesidad tan vital como comer o respirar. Por eso irse a dormir debe ser una decisión y no algo que se les imponga. ¿Cómo comunicar esto sin palabras? Preparando el ambiente para el reposo. Todos los días, a la misma hora –de tarde para la siesta o de noche–, bajar las luces y los ruidos de manera que el cerebro empiece a recibir la señal de que llegó la hora de descansar y el cuerpo se empiece a relajar. En los primeros años de vida, está bueno tener una cama sin patas al ras del piso o un colchón sobre una alfombra para que el niño pueda subir y bajar libremente de su cama sin ayuda y sin lastimarse, desde que gatea. Mantener esta misma cama por los primeros años de vida crea hábitos de sueño. Después, solito, nuestro hijo va a poder elegir acostarse por su cuenta si se siente cansado. Es importante colocar una puertita de seguridad en la entrada del cuarto para limitar su exploración (y así los padres pueden dormir tranquilos si se levanta). Es decir, hacer de su habitación un gran corralito donde pueda moverse y elegir con qué jugar.
Limitá su cantidad de opciones, eso lo ayudará a elegir con más confianza y seguridad, esto es parte de preparar el ambiente para que el niño pueda ser libre y exitoso allí. Con cuatro o cinco juegos a su alcance es más que suficiente.
Dejalo elegir. Cuando nuestro hijo decide a qué jugar, sus emociones acompañan el esfuerzo.
Evitá interrumpirlo. Es importante respetar lo que sea que le interese, aunque no entiendas del todo de qué va su actividad.