El desarrollo del lenguaje arranca mucho antes de que nuestro hijo empiece a hablar. Algunas claves para conducir y estimular este proceso.
E proceso de conocer, explorar y adquirir las palabras arranca mucho antes de que un chico empiece a hablar. De hecho, ya desde la panza de la mamá un bebé es capaz de escuchar las voces del entorno. Al nacer tiene una especie de “supersensibilidad” hacia las voces que le son familiares, sobre todo la de su mamá, que en los meses de gestación fue aprendiendo a reconocer.
Todo bebé tiene una capacidad natural para incorporar la estructura del lenguaje, desde el orden de las palabras en una oración hasta las categorías de palabras que usamos, como artículos, sustantivos, verbos, etc. (sintaxis y gramática). A medida que crecen, los chicos pueden comprender el lenguaje hablado. Ahora bien: como la capacidad mental de comprensión del lenguaje se desarrolla más rápido que su capacidad de producir sonidos y palabras, esto puede provocarles frustraciones: entienden lo que les dicen y saben lo que quisieran decir…, pero todavía no pueden decirlo claramente.
Es que para poder hablar nuestro hijo necesita desarrollar el aparato muscular que produce los sonidos. Ese aparato se compone de la garganta, la boca, los labios, la respiración y el oído. Cuando eso pasa, comienza a hablar, y nosotros tenemos la impresión de que todo sucedió de un día para el otro.
Hasta los 8 meses: necesita estar en un lugar tranquilo, protegido de ruidos fuertes y sonidos electrónicos, donde el sonido que más escuche sea la voz humana, los sonidos del lenguaje que hablará. Pronto hará “sonidos-gorjeos” que necesitan ser respondidos. Miralo a los ojos, hablale suavemente: así vas a estimular sus ganas de comunicarse. A partir del momento en que identifique de dónde proviene la voz, empezará a mirar fijo a la boca de quien le habla y va a hacer pequeños sonidos y a mover brazos y piernas. Entonces podés emocionarte: ¡está teniendo una conversación con vos!
De los 9 a los 12 meses: hablale de forma clara, pausada, con palabras completas (¡entiende más de lo que imaginás!). A los 9 meses reconoce que cada cosa tiene un nombre, que el lenguaje tiene relación con el mundo a su alrededor. A pesar de que todavía no habla, está registrando en su mente todas las palabras que escucha. Cuando señale un objeto, decile el nombre –“cuchara”, “pelota”, “ventana”– tantas veces como quiera. Contale en voz alta lo que estás haciendo, como “te pongo la campera porque hace frío” o “te estoy preparando la comida”.
De los 12 a los 18 meses: a los 12 meses finalmente dice su primera palabra intencional y su vocabulario se acrecienta lentamente. Aprovechá tu casa y las actividades de todos los días para hablarle: son lugares muy ricos en palabras nuevas. Llamá por su nombre todo lo que hay en tu casa (“leche”, “silla”, “cuna”). También podés darle el nombre de lugares y las cosas que ve (“la calle”, “la plaza”, “el árbol”).
Entre los 18 y los 24 meses: cuando llega a un vocabulario de alrededor de 50 palabras, ocurre lo que llamamos la “explosión del lenguaje, que no es ni más ni menos que el momento en que tu hijo se larga a hablar. Después, empezará a unir dos palabras, tres palabras para formar una oración; por ejemplo: “Más agua”. Vos o el adulto que esté con él pueden completar la frase: “Sí, mamá te va a dar más agua”. Sigue siendo importante (y lo será toda la vida) que hables con tu hijo mirándolo a los ojos, a su mismo nivel, agachándote si fuera necesario, y con claridad.
A partir de los 2 años: el vocabulario crece con cada nueva experiencia: arranca una gran etapa para hacer crecer el repertorio de palabras. Salí a caminar, hablen de lo que ven. Disfrutá de charlar con él, leele libros, contale cuentos o anécdotas de cosas que te pasaron en el día, no importa que no entienda todo porque su mente estará registrando inconscientemente y algún día te preguntarás: “¿De dónde sacó esa palabra? ¿Quién se la enseñó?”. Es una etapa maravillosa.
El lenguaje es vehículo del pensamiento, un lenguaje rico apoya el desarrollo de la inteligencia y de la creatividad. Cuando el “yo” aparece, a partir de sus dos años y medio, nuestro hijo ha llegado a un momento muy importante del desarrollo de su identidad. Es un tiempo de enorme crecimiento como ser humano: el nacimiento de una “persona” con todas las características del ser. Es todo un hito, como empezar a caminar.
Hablale a tu hijo con un vocabulario variado, concreto, real. Hacelo lentamente y repitiendo para que pueda reconocer todos los sonidos de tus palabras. Podés leer libros, cantar canciones, recitar poemas y rimas desde el nacimiento, no importa si todavía no entiende lo que decís, estará registrando todos los sonidos que salen de tu boca. Disfrutá del juego y la música del lenguaje, transmitile ese placer a tu hijo. Después llegarán los trabalenguas, las adivinanzas y ¡los chistes!
Al principio es probable que diga “poní” en lugar de “puse”. Dejá pasar esas conjugaciones verbales mal hechas. Está mostrando que su cerebro está en perfecto funcionamiento (está aplicando la manera habitual de construir el tiempo pasado).
Intentá no “infantilizar” tu habla (decí “mamadera” en vez de “mema”, “comida” en vez de “papa” y “perro” en lugar de “guau guau”). Evitá, en lo posible, reírte de la palabra mal pronunciada y adoptarla como la única forma de nombrar algo. Es importante no corregir directamente sino refrasear o decir otra cosa usando la palabra de manera correcta.
Poder disfrutar del silencio también es importante: escuchar los sonidos de la naturaleza, los ruidos de un avión o tren y lograr momentos de silencio alimenta el interior de cada persona.
La etapa de adquisición del lenguaje requiere nuestra paciencia y nuestro esfuerzo por entender lo que están tratando de decirnos. Para todo chico es frustrante sentirse incomprendido, y eso hasta puede provocar que pierda el interés por hablar. En ese caso podemos intentar poner en palabras lo que está sucediendo.
Si no lo entendés: “Perdón, pero no entiendo,
¿me lo podés decir de nuevo?” o “¿Me podés mostrar lo que dijiste?”.
Si siente algo que todavía no puede expresar:
“Te golpeaste, ¿te duele?”.
Si señala algo: “Estás señalando un vaso, ¿te sirvo agua?”.
Ayudalo a desarrollar su lenguaje de manera divertida: