Cómo ofrecerle una crianza natural y por qué los primeros 1000 días son cruciales en el crecimiento de tu hijo. Aprendé a leer su “guía interna” para acompañarlo en el despliegue de una personalidad plena.
La médica y educadora italiana María Montessori, que legó a la humanidad un modelo de crianza respetuosa y natural, afirmaba que la meta del desarrollo del niño es convertirse en un ser humano único, completo y adaptado a su familia, a su tiempo y a su cultura. El desarrollo del niño, como el de todos los seres vivos, sigue un orden con leyes precisas. Una crianza es respetuosa y “natural” si acompaña esas leyes “naturales”. Esto significa que, como madres y padres, nos esmeremos en acompañar y guiar, evitando poner obstáculos para el sano desarrollo de nuestro hijo.
Es verdad que los bebés vienen sin manual de instrucciones. Pero aquello que todo niño trae es una “guía interna” que inconscientemente lo dirige a absorber o a ejercitar lo que verdaderamente necesita para formarse como persona (le atrae la voz humana por encima de otros sonidos, por ejemplo).
¿Cuál es, entonces, nuestro rol en este proceso? Facilitar el “diálogo” del niño con su maestro interior de forma tal que crezca de una manera armoniosa y fiel a su propia esencia.
A pesar de que tenga los ojos de papá o el pelo de mamá o la nariz del abuelo, cada niño es total y absolutamente único, un ser individual que irrumpe lleno de mensajes y con el rompecabezas de una vida entera por armar. Un ser que tendrá la gran tarea de descubrir sus posibilidades y limitaciones mientras aprende a vivir en el seno de una familia, dentro de una sociedad.
El desafío que enfrentamos como padres y educadores es ayudar a saber quién es ese niño y qué debe hacer para crecer y realizarse mejorando su vida y su entorno.
Conocer y confiar en que esa guía interna se irá develando poco a poco frente a nuestros ojos como si fueran las pistas de un mapa nos permitirá disfrutar del camino de desarrollo de un niño integrado y feliz.
¿Oíste hablar de estas tendencias? Son la manifestación de lo más profundo que tenemos como seres humanos, de todos esos impulsos vitales y espontáneos que nos llevan a formarnos como personas. Nos ayudan a adaptarnos a un tiempo y a un ambiente, pero también actúan como posibilidades creativas, ya que son una puerta para adquirir habilidades.
Algunas de estas tendencias son:
“Solo la naturaleza puede dictar el método educativo preciso, que consiste en satisfacer las necesidades y las leyes de la vida. Estas leyes y necesidades debe indicarlas el mismo niño en sus manifestaciones espontáneas y en su desarrollo; en las manifestaciones de su paz y de su felicidad; en la intensidad de sus esfuerzos y en la constancia de sus elecciones realizadas libremente”.
María Montessori.Es algo que ya intuíamos y que la pedagogía Montessori pone en el centro de su mensaje: la mente de los chicos es tremendamente activa desde que nacen. Absorben todo lo que los rodea como una esponja y, de hecho, el concepto que mejor expresa esta característica es el de “mente absorbente”, activa y plástica. Cada sonido, color, olor, sabor, textura y movimiento provoca una conexión eléctrica en sus neuronas. Y son esas conexiones las que forman las estructuras mentales permanentes que serán la base de sus habilidades cognitivas, emocionales y sociales.
Así como no podemos apurar una semilla para que brote antes de tiempo, el desarrollo de un niño tampoco se puede forzar, pero definitivamente sí se puede apoyar.
Algunos ejemplos: si sabemos que, a través de determinadas experiencias sensoriales –como fijar la vista en un objeto–, en el cerebro del bebé se producen conexiones neuronales claves para su desarrollo cognitivo, podemos hacer algo para que eso suceda, como colgar un móvil sobre su cuna y observar sus reacciones. Si vemos que llega el momento en el que el niño empieza a intentar desplazarse por sí mismo –y sabemos que eso es fundamental para consolidar el movimiento y para la gradual adquisición de independencia–, organicemos un espacio donde pueda gatear confiado y seguro. Si ya aprendió a pararse y su guía interna lo impulsa a treparse sobre la mesa, lo tomarás de la mano y llevarás hacia una escalera o escalón. No te preocupes, no hace falta realmente ser un experto, se trata más bien de observar con amor, atención, confianza y alegría los intereses que surgen de su propia motivación y de ofrecer oportunidades o motivos de actividad que posibiliten un despliegue armónico e integral de su personalidad.
Todos queremos que nuestro hijo tenga un desarrollo completo y armonioso. Para eso está bueno tener en cuenta todas las dimensiones de esa personita. La dimensión física tiene que ver con su cuerpo. Darle alimentos que lo nutran y cuidar de su salud. La dimensión emocional tiene que ver con los sentimientos que surgen con cada experiencia, y cómo afectan sus actitudes, sus vínculos y su comportamiento. La dimensión intelectual involucra la capacidad de pensar, imaginar, analizar, comprender y relacionar. La dimensión social es el modo en que se relaciona con los demás. La espiritual, por último, se expresa en el amor, en la gratitud, en la creatividad, en la necesidad de trascender y en la búsqueda de respuestas a las preguntas más esenciales de la vida. Sí, son muchas dimensiones, todas relacionadas entre sí. Y todas deberían desarrollarse de una manera conjunta y en armonía. Por eso podemos decir que, en sus primeros años de vida, las principales necesidades de todo chico son:
Los consejos de crianza que podés encontrar en materiales como este, en redes sociales y de parte de las personas que te rodean están buenísimos porque te ayudan a destrabar en momentos difíciles. Ahora: nadie conoce a tu hijo más que vos. No dejes tampoco de seguir lo que te dicta el instinto, aquello que vos puedas intuir a partir de observarlo paciente y amorosamente. Si se pasa a tu cama, si necesita seguir un tiempo más con la mamadera, si la adaptación al jardín dura más de lo previsto, no te sobrecargues: hacé un corte momentáneo con todo eso que leíste y dedicate a escucharlo. En una de esas necesite decirte algo más. En todo caso, no dudes de tu capacidad ni de tu innata sabiduría. Incluso en momentos difíciles o malos, probá repetirte: “Lo estás haciendo bien”. Después de todo, el mayor honor ya lo tenés, y es ser quien mejor conoce a ese pequeño ser humano que crece a tu lado.
Lo que suceda desde el momento de la concepción hasta los primeros 1000 días establecerá los cimientos de la personalidad de nuestro hijo. Es a los tres años cuando un chico suele tener desarrollada la conciencia de sí y del mundo, pero todo eso venía silenciosamente formándose en su interior. Por eso decimos que la primera infancia es el período más delicado de la vida. Si los adultos podemos ofrecerle una buena guía para su desarrollo, a los tres años nuestro hijo va a ser un humano extraordinario: alguien capaz de expresarse, vestirse, alimentarse, higienizarse, obedecer a quien sabe cómo ofrecerle orientación y hasta colaborar con las actividades del ambiente. Alguien que asoma al mundo lleno de curiosidad y entusiasmo.
Promover experiencias significativas para nuestro hijo es clave. Para esto, no necesariamente hacen falta cosas, juguetes, juegos, sino, por sobre todo, nuestra comprensión y guía. ¿Qué nos toca hacer cómo padres?