Tratalo con suavidad al tomarlo de la mano o alzarlo.
Usá palabras positivas y amables, incluso cuando estés fijando un límite.
Dale buen feedback que muestre que prestaste atención a lo que dijo o hizo. Este tipo de comentarios son más significativos que un “qué lindo” o “qué bien”.
Cuando tu hijo camine y muestre interés en las tareas cotidianas, mostrale cómo hacerlas para que pueda imitarte y se sienta parte de la dinámica familiar. Es una actividad positiva, que lo va a hacer sentir valorado en su entorno familiar y le va resultar muy divertida.
Lo ideal es que el cuarto esté pensado para la comodidad de los chicos. Por eso, te invitamos a mirar el espacio arrodillado y a observar lo que ve tu hijo. Colgá los cuadros a su altura, poné la ropa a su alcance (solo 2 o 3 prendas), los juguetes en estantes bajos agrupados en canastas o bandejas y algunos libros con el título hacia el frente para que los pueda elegir fácilmente. Una cama baja y una silla y mesa pequeñas completan un cuarto ideal para los más pequeños.
Si tenés por delante un tiempo de espera (en el auto, en el colectivo o en un consultorio), podés prepararte de antemano y llevar, por ejemplo, un cuadernito y unos crayones o un librito para leer. Recordá que el lenguaje, tanto a través de rimas, trabalenguas, poesías, juegos de palabras o incluso de conversaciones de la vida misma, es una maravillosa y riquísima opción que siempre, siempre tendrás al alcance de la mano.